Vistas de página en total

jueves, 20 de junio de 2013


Lo Cotidiano y los Encuentros en la Ciudad
Carmen Quintero Russo, Socióloga
Las teorías sociológicas tradicionalmente han girado en torno a la discusión del cambio social. Se han elaborado marcos conceptuales que explican el cómo, cuándo y el porqué se producen innovaciones o situaciones que transforman la estructura social, los procesos sociales, las instituciones, la cultura, los patrones de interacción entre la gente y las formas de
interpretación de las realidades sociales. Estos marcos teóricos han contribuido a explicar el cambio tanto a nivel societario como a nivel de las interacciones en el diario quehacer de los individuos.


Si bien es cierto que las sociedades siempre se han dado  procesos de cambio que han afectado su organización social (cultura, conjunto institucional, patrones de interacción, estilos de vida….) no fue sino hasta la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo hacia los siglos XVI y XIX que se produce un cambio estructural que da lugar a un nuevo modo de producción que transforma integralmente a aquellas sociedades donde se da dicho proceso. Una situación clásica que se observa en estas sociedades es el crecimiento de ciudades en detrimento del campo (migración rural-urbana, aumento de la densidad de población) ya que ofrecían, por primera vez, empleos asalariados y una nueva forma de vida.
 
Tanto los pensadores clásicos como los contemporáneos de diversas formas y bajo diferentes perspectivas analizan la el cambio social y la ciudad dentro del marco socio-histórico de final del siglo XIX. La ciudad para ellos es un escenario de transformaciones, lugar de encuentro y reproducción social.  A través de sus análisis se llega a la formulación de teorías macro sociológicas, que destacan el sistema social total y de teorías micro sociológicas que enfatizan la relación de los grupos sociales entre sí y su interacción.

 El estudio del cambio social permite vislumbrar las transformaciones que se dan a nivel de las relaciones sociales, sus marcos de interacción, usos, costumbres y las definiciones sociales que se apoyan en normas y valores. La sociedad no solo se hace más compleja a partir de la especialización de la división del trabajo, sino que sus escenarios demandan una nueva escala de valores y de normas que orienten la vida social.  La comunidad basada en la tradición, la confianza y la buena fe, donde todo el mundo se conoce, da paso a una sociedad compleja basada en la especialización donde las interacciones son mediatizadas por intereses y reguladas por normas y donde además se vive el mito de la libertad y la democracia.

 En la ciudad moderna sus habitantes aprenden a interactuar tanto con familia, amigos y extraños distinguiendo los niveles de confianza que a cada quién le corresponde. En la ciudad a diferencia de la comunidad, el extraño no es visto con desconfianza.  La gente no lo mira fijo con “mala cara”, sino se le mira de soslayo y con indiferencia. Esta forma de interactuar con extraños en sitios públicos es el sustrato de las relaciones sociales y formas de solidaridad social en la sociedad moderna.

A continuación el siguiente cuadro, sintetizamos los aportes de prominentes autores que exploran el cambio social a partir del capitalismo industrial y el surgimiento de la ciudad como centro político-administrativo, espacio social y lugar de encuentro en la vida cotidiana.

Aproximaciones al tema de la vida en la ciudad moderna

Autores

La vida cotidiana en la ciudad moderna

1.       Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895)

La ciudad industrial: nuevas relaciones de producción y estilos de vida.

2.       Ferdinand Tönnies (1855-1936)

Gemeinschaft and Gesellschaft, contraste en los estilos de vida en la comunidad y la sociedad.

3.       Émile Durkheim (1858-1917)

La morfología social y la ciudad, la división del trabajo y las formas de solidaridad.

4.       Georg Simmel (1858-1918)

La metrópolis y el individuo, la “actitud de hastío”, apatía, anonimato y desconfianza hacia otros.

5.       Robert Park (1864-1944)

La ciudad como laboratorio social.

6.       Erving  Goffman   (1922 –1982)  

La desatención cortés”.

7.       Marc Augé  (1935) 

Los “no lugares”, espacios de anonimato.

 
De cada uno de los autores se analizan sus aportes en relación con la época y nivel de desarrollo, descripción del proceso de cambio y la vida en la ciudad como diferente de la vida en el campo.  La ciudad es un nuevo entorno que se caracteriza por su complejidad estructural y diversidad de escenarios.  La vida en ella es compleja, exigiendo a cada uno la capacidad de desempeñar varios roles en el quehacer cotidiano además de lidiar con variadas circunstancias.  Todos en mayor o menor grado enfatizan la transformación de los patrones de interacción y las expectativas que se tienen los unos de los otros. Dentro de este marco socio-histórico surge la impersonalidad como patrón de conducta socialmente aceptada fuera del hogar para tratar con extraños. Estos no son vistos con desconfianza, sino como desconocidos.

 Marx y Engels observaron a finales del siglo XIX el desarrollo del capitalismo industrial y el surgimiento de una economía de mercado lo que dio lugar a nuevas relaciones de producción y estilos de vida. La ciudad es vista como parte del proceso de transformación, caracterizado por el crecimiento demográfico, trabajo asalariado, plusvalía y lucha de clases como lo indican en el Manifiesto del partido comunista [1848].

 La Revolución Industrial crea las condiciones para el surgimiento de las grandes ciudades lo que produjo grandes migraciones del campo a la ciudad, donde esta población rural deberá adaptarse a un nuevo espacio y modo de vida. En la ciudad se gesta un nuevo tipo de relaciones, caracterizadas por la impersonalidad y mediatizadas por el salario; se convierte en un nuevo espacio donde se reproducen las relaciones de mercado, predomina la competencia, las cosas se convierten en mercancía y el dinero es el medio de cambio.

Ferdinand Tönnies en 1887 desarrolla tipos ideales Gemeinschaft and gesellschaft para distinguir los tipos de vida en la comunidad y la sociedad, en términos de estructura y sistema de valores. La comunidad presenta fuertes lazos sociales y se aprecian los valores grupales y las normas que regulan la vida social; lo más importante es el bien común en contraposición con el bien individual. La sociedad presenta un tipo de organización social propia de las grandes ciudades, que se enfocan más en las necesidades del individuo que en las de la comunidad. En estos conglomerados industrializados, el dinero y los bienes materiales son más importantes que los lazos sociales;  se reconoce la diferencia entre lo público y lo privado.

Tönnies en su momento vislumbra las diferencias básicas en los estilos de interacción y las definiciones sociales en torno a normas, valores y la vida social en general. La vida en la comunidad caracterizada por relaciones primarias, la vida en la ciudad, por relaciones secundarias, cómo dirá Redfield posteriormente.

Emile Durkheim se preocupa por explicar elementos sociales como el espacio social, las representaciones colectivas y el territorio. Desarrolla conceptos tales como: a) morfología social, b) división del trabajo social, c) solidaridad mecánica y d) solidaridad orgánica, categorías importantes para entender la vida social en la comunidad y la sociedad industrial.

 En el concepto de morfología social se manifiesta el interés de Durkheim por las sociedades complejas, su funcionamiento, importancia de la población y su densidad. Para él la estructura y aumento cuantitativo de la población, su densidad, heterogeneidad cultural, el volumen y especialización de las profesiones, las vías de comunicación y la movilidad social, contribuyen a la complejización de la división del trabajo social lo que llevaría a una modernización de la estructura social. Para él, como afirma en su libro La División del Trabajo “es en la división del trabajo donde los hombres se especializan.

  La división social del trabajo es clave para entender esta transformación de una sociedad a otra. Es así que Durkheim diferencia dos tipos de sociedades: la solidaridad mecánica que estaría representada por las sociedades simples donde no existe división del trabajo social, y donde predomina de conciencia colectiva, la integración social, cohesión, equilibrio social, y  están circunscritas a una base territorial.
 
La solidaridad orgánica está constituida por sociedades con una división del trabajo social especializada, sociedades que sostienen en conjunto a los agregados sociales (asociaciones, grupos ocupacionales/profesionales y organizaciones) especializados dentro del marco de una organización del espacio que lleva a un estado con mayor integración social. Siendo estas sociedades más heterogéneas, con un órgano central que ejerce la acción coordinadora, teniendo como base la interdependencia entre sus partes, constituyen sociedades complejas, industriales. El crecimiento de la solidaridad orgánica sobre la mecánica se debe, según Durkheim, al aumento de la densidad moral de la población, esto es, las relaciones sociales dentro de una población.

El monumental proceso de cambio que generó el desarrollo del capitalismo industrial se manifiesta tanto en la especialización del trabajo como en el surgimiento de una solidaridad orgánica o una solidaridad basada en la especialización de la división social del trabajo. Como veremos después, la propuesta de Durkheim que contempla la transformación de la morfología social junto con el aumento de la densidad social, el territorio, la distribución espacial y la especialización, está presente en la teoría de la ciudad de Park.

En la misma medida en qué, según Marx y Engels, se da un desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en las nacientes sociedades capitalistas, y según Durkheim, un incremento en la especialización del trabajo y en la densidad de población, tendríamos cambios en el comportamiento social buscando una adaptación a la nueva realidad.

Es Simmel quién en su libro La metrópoli y la Vida Mental [1902] analiza la personalidad del individuo que habita en la ciudad del mundo occidental.  En dicha obra hace una serie de propuestas para el conocimiento y estudio del estilo de vida del habitante de la ciudad.  Indica cómo la estructura social de la metrópoli transforma la personalidad de sus habitantes. La ciudad es vista como un lugar donde se generan procesos de socialización  que llevan a la formación de la sociedad moderna y el conocimiento racional,  asentamiento cosmopolita, con una economía monetaria. El dinero se convierte en el denominador común de todos los valores.

Simmel afirma que la división del trabajo en la ciudad demanda un mayor perfeccionamiento y especialización, lo que constituye una manera de diferenciarse de los otros hombres además de una exigencia de la economía monetaria.  La especialización demanda perfeccionamiento y crea diferencias entre los individuos.
 
La preocupación fundamental de Simmel no es el análisis macro sociológico de los grandes procesos sociales que afectan la totalidad de la estructura social-conflicto de clases, desigualdad social, el Estado, organización socio-política, sino los procesos micro sociológico que afectan a los individuos en su vida social, las cuestiones psicológicas, la socialización y adaptación al medio urbano.  El ve la ciudad como mercado, lugar donde el dinero circula y define las relaciones sociales; como una entidad social diferente del campo desde el punto de vista cultural, psíquico y social. Se trata de lugares donde se dan múltiples situaciones sucesivas e imprevistas que contrastan con aquellos moldeados por la tradición y la costumbre.

Para Simmel la ciudad es un espacio en el que se dan nuevas formas de conducta que se van a convertir en el estilo de vida de las grades ciudades a partir de la industrialización.  Esta realidad se convierte como dice Bettin (1982: 65) en el dato histórico y sociológico que no sólo hace de framework al objeto de análisis, sino que constituye el punto de partida para un estudio de la sociedad moderna”.

Al igual que las Gemeinschaft y Gesellschaft de Tönnies, Simmel distingue entre el campo y la ciudad como dos modelos de ordenación social correspondientes a sociedades contrapuestas, acentuando un aspecto que considera único de las metrópolis,  las “formas psíquicas de la vida social” (Bettin, 1982: 63). Introduce en su análisis nuevas situaciones y patrones de comportamiento propias de la ciudad como el individualismo, el anonimato, el secreto, la libertad.

El hombre metropolitano tiene que adaptarse a nuevas situaciones que incluyen el ritmo de vida, la exactitud, la puntualidad las relaciones impersonales y el cálculo entre otros. Estas son situaciones que son parte de la vida en la ciudad que contrastan con la del campo, que tiene un ritmo de vida más lento y en donde predominan las relaciones primarias. Se trata de una realidad compleja que genera incertidumbre por su diversidad de las relaciones efímeras. El habitante de la ciudad reacciona ante estas condiciones sociales creando lo que Simmel llama una actitud de hastío”, un comportamiento indiferente, impersonal de auto-preservación, apatía, anonimato, desconfianza y distanciamiento con los otros.

La “actitud de hastío” revela la naturaleza impersonal de nuestras sociedades. Según Simmel es una forma de protección que los individuos en las metrópolis usan para adaptarse a la “intensidad de la vida en la ciudad”.  La actitud de hastío” se manifiesta en aquellas personas que han perdido el sentimiento por el valor de las diferencias, es decir, todo lo experimentan como si fuera igual.  Es el caso del individuo indiferente hacia todo.  Esto es causado, dice Simmel, por la naturaleza del dinero: el cinismo y la actitud de hastío, son ambos el resultado de la reducción de los valores concretos de la vida a la mediación del valor del dinero.  El dinero se convierte en un factor mediático que homogeniza a la población, dándole más valor a los factores adquiridos que a los criterios particularistas y adscriptivos

 Las ideas de Simmel tuvieron mucha influencia en los investigadores de la Escuela de Chicago liderizada por Robert Park durante los años veinte y treinta, que buscaban explicar la ciudad sus procesos y condiciones que condicionan las interacciones públicas.

Robert Park postuló a la ciudad como el “habitat natural del hombre civilizado”, un área cultural con sus propias leyes, que se caracteriza por dos formas de organización: la moral y la física. La ciudad tiene una estructura física continua, cuyo elemento dinamizador es el proceso económico no planificado por el cual varias unidades independientes compiten en un mercado abierto por tierras y ubicación. La ciudad como un espacio formado de “áreas naturales” (comunidades) en constante transformación, movimiento e interacción. Determina como indicadores de la vida urbana: transformación, cambio, movilidad, interdependencia, diversidad y distancia social.

 
El enfoque fenomenológico de la Escuela de Chicago busca explicar la naturaleza de la ciudad a partir de las normas y valores.  De esta manera detectan el papel del contexto sociocultural en el sentido de la vida urbana.  Los individuos buscan satisfacer sus necesidades primarias bajo condiciones de escasez de recursos, lo que los lleva a competir para sobrevivir. La competencia, es el proceso a través del cual la organización distributiva y ecológica de la sociedad es creada. La competencia determina la distribución de la población en términos territoriales y vocacionales.

Park supone que al inicio de esta situación no existe vida social, solo el deseo de sobrevivir.  Es la necesidad biótica la que orienta la conducta y no la necesidad de metas colectivas.  El imperativo de sobrevivencia sumado a los  recursos limitados, da lugar a la competencia entre los individuos, proceso que puede definirse como una “interacción sin contacto social”.  La ciudad para Park sería un organismo vivo creado por el hombre pero con alma y organización propia. Se trata de una unidad socio-económica, cuya organización se basa en la división del trabajo. Park afirma que “la ciudades es el hábitat natural del hombre civilizado”.

La Escuela de Chicago, como se le conoce, refleja el pensamiento de Simmel como punto de referencia para explicar la vida cotidiana en la ciudad o  los escenarios urbanos (calles, plazas, esquinas, centros comerciales, bares, aceras, buses, trenes o aeropuertos). El espacio público de la ciudad es un espacio compartido con extraños, donde las relaciones sociales son espontáneas, fragmentadas, que responden a definiciones sociales internalizadas a través de la socialización que incluyen códigos y patrones de interacción.

 La vida en la ciudad transcurre en el marco de la convivencia entre extraños, se trata de procesos de interacción que se dan a través de encuentros no deseados con personas que encontramos en el diario devenir. La ciudad va a ser un lugar de encuentros y anonimato con gente desconocida. La ciudad ofrece a sus habitantes un sin número de sitios públicos (calles, parques, buses, almacenes, bares, oficinas, restaurantes) donde se dan estos encuentros y que van a  definir las características socioculturales de los que por allí transitan. Tanto nosotros como ellos pasamos por allí con indiferencia, sin prestar atención, solo mirando de soslayo o reconociendo presencias, sin reconocer a nadie. Todos queremos pasar desapercibidos.

 De acuerdo a Goffman (1979), lo anterior se trata de un ritual, de micro-ceremonias, propias del estilo de vida urbano, un comportamiento distante que él denomina “desatención cortés”.  Así demostramos que si bien reconocemos la presencia del “otro” no queremos entablar interacción alguna con ellos.  Esta viene siendo la norma social de la ciudad de mercado, en donde no se habla con extraños, se mantiene la distancia y un contacto visual breve. La “desatención cortés”,  en cierta medida crea un clima de seguridad entre extraños, sugiriendo confianza al compartir el mismo espacio (Erving Goffman, Relations in Public (Penguin 1972 p. 385).

Pero, en la ciudad no todos los lugares son iguales, hay algunos en donde los encuentros entre extraños son más permisibles, como las salas de espera, gimnasios, bares. En lugares como estos es “permisible” algún nivel de interacción de acuerdo a los contenidos de la socialización moderna, en donde se enfatiza desde temprana edad, el no hablar con extraños y mucho menos traerlos a casa.

Augé (1994) introduce el concepto de los no-lugares, aquellos espacios por donde transitamos, sin importancia, circunstancial, muchas veces sin tener conciencia de su existencia. Son lugares de paso compartidos temporalmente por aquellos que están allí en ese momento, como aeropuertos, autopistas, supermercados, autobuses, y transeúntes en un mismo punto de la calle en un momento determinado. Son espacios en donde no nos relacionamos, definidos por el pasar de la gente.

La postmodernidad produce no-lugares, espacios de anonimato, en los que la relación entre los individuos es meramente contractual, pues solo les une la condición de usuarios de ese espacio: estación de metro o de autobús, terminal del aeropuerto…Un no lugar, a diferencia de lo que representa un lugar, no genera ni relaciones humanas, ni de identidad con el lugar. La actitud estética que se adopta en ellos no crea una sociedad orgánica, sino sentimiento de soledad.  La vida social se ha ido transformando desde la simplicidad de las relaciones primarias en la plaza a la complejidad paradójica de la “muchedumbre solitaria”. Hemos aprendido a compartir los espacios con desconocidos sin temor al encuentro ni a la relatividad del mismo. Compartimos la indiferencia sin desconfianza, la “actitud de hastío”, la “desatención cortés, en los no lugares.

De la mano con el cambio social van  nuevas relaciones sociales y definiciones sociales que las interpretan a ellas y a la realidad emergente que incluye patrones de comunicación, de interacción y modos de ver la vida.  Esa es la realidad de la ciudad post moderna donde las relaciones personales tienen un nuevo carácter y donde encontramos un enorme potencial para nuevas formas de comunicación y de patrones de interacción.

 Biblografía

 
1.      Augé, M. (1994). Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad,Barcelona: Gedisa Editorial

2.      Bettin, Gianfranco (1982). Los sociólogos de la ciudad. Barcelona: Editorial Gustavo Gili

3.      Goffman, Erving (1959, año de la primera edición en inglés). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Argentina: Amorrortu editores, S. A.

4.      Erving Goffman, Relations in Public (Penguin 1972) p. 385.

5.      Ianni, Octavio (2000): “Ciudad y modernidad”, en Enigmas de la modernidad-mundo, Siglo XXI, México.

6.      Lofland, Lyn H (1985). A world of strangers. Order and action in urban public space. EE. UU: Waveland Press, Inc.

7.      Lofland, Lyn H. y lofland, L. H. (1984). Analysing Social Settings. Nueva York: Wadsworth.

8.      Park, Robert Ezra (1999). La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Barcelona: Ediciones del Sebal.

9.      Simmel, Georg (2005): “La metrópolis y la vida moderna”, en Bifurcaciones, Nº 4,Santiago de Chile (disponible en internet), 1903

10.  Simmel, Georg (1986). El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona: Península, Serie Historia, Ciencia, Sociedad

11.  Sassen, Saskia (1999): La ciudad global: Nueva York, Londres, Tokio, EUDEBA, Buenos Aires.

12.  Wolf, Mauro (1982): “Sociologías de la Vida Cotidiana”. Madrid:  Editorial L´Espresso